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Chefchaouen, la ciudad azul marroquí


Chefchaouen no es lugar para ir con un mapa y una guía tratando de encontrar sus monumentos más importantes, por la sencilla razón de que no hay monumentos importantes. Lo que hay que ver en Chefchaouen es Chefchaouen y lo que hay que hacer en un día en Chefchaouen es ver Chefchaouen, así de simple.

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Datos Útiles


País: Marruecos
Idioma: Árabe y lenguas bereberes
Zona Horaria: GMT +1
Moneda: Dirham marroquí
Requisitos de entrada: Pasaporte válido

Esto se traduce en perderse por sus callejuelas, deslumbrarse con el color azul que invade su casco histórico, dejarse llevar y vivir la experiencia con los cinco sentidos: ver su encantadora medina, oler el aroma del pan recién hecho que se elabora en los hornos tradicionales, hablar con las gentes del lugar (muchas de ellas hablan español) y escuchar sus cuentos y sus historias, o acariciar a alguno de los cientos de gatos que, estamos seguros, se cruzará en tu camino. Así de sencilla es la vida en este lugar.  

Por lo tanto, la ruta de hoy por Chefchaouen consistirá en imaginar cómo podría ser un día de turismo en esta deliciosa ciudad magrebí, desde que te levantas por la mañana en tu riad hasta que anochece.

 

DÓNDE ESTÁ Y CÓMO LLEGAR A CHEFCHAOUEN:

Chefchaouen es una ciudad de algo más de 40.000 habitantes situada en el norte de Marruecos, en las laderas de las montañas del Rif. La distancia con Tánger es de 110 kilómetros y con Tetuán de 65 kilómetros.

El aeropuerto más cercano a Chefchaouen es el de Tánger. Desde allí se puede llegar hasta Chefchaouen en taxi o en coche, aproximadamente se tarda 2 horas y media en llegar. También se puede llegar en autobús, pero esta opción no es aconsejable para aquellos que sólo dispongan de un día para visitar la ciudad.

 

QUÉ VER Y HACER EN UN DÍA EN CHEFCHAOUEN:

Imaginemos como podría ser un día en Chefchaouen:

Has pasado la noche en alguno de los riads con encanto que salpican la medina de Chefchaouen. Hay que patear durante todo el día por las callejuelas de la ciudad, por lo que pides un buen desayuno tradicional marroquí en el hotel para aguantar la jornada. Al cabo de un rato, el camarero te trae una bandeja con café, té con menta, pan de pita, zumo de naranja recién exprimido y algún producto de repostería.

Ya tienes energías para aguantar el día que se presenta ante ti. Sales a la calle y crees estar en medio de las aguas de un océano. Todo es azul. Las fachadas de las casas son azules. Las puertas son azules. Las ventanas son azules. Las escaleras son azules. El suelo de la calle es azul. Eso es, en resumen, la medina de Chefchaouen: el color azul inundándolo todo.

No se sabe a ciencia cierta la razón por la cual todo en la medina de Chefchaouen es de color azul. Puede ser porque los judíos que vivieron en la ciudad pintaron sus casas de azul en contraposición al color verde característico del Islam. Otros dicen que era para ahuyentar a los insectos. En cualquier caso, el color azul de la medina es lo que atrae a miles de turistas a la ciudad.

Te sumerges en ese mar azul y deambulas por las estrechas callejuelas de una medina que nada tienen que envidiar a otras famosas medinas marroquíes como las de Marrakech o Fez; pero no vas a ningún sitio en particular, simplemente te dejas llevar. Y en tu caminar te sorprendes con puertas azules de bellas formas árabes, con una callejuela azul de cuyas paredes cuelgan macetas con flores, con unas escalinatas azules que te llevan a otra calle azul…

Y de pronto te paras a hablar con un hombre mayor vestido con la tradicional chilaba marroquí que te cuenta historias de cuando la ciudad perteneció al protectorado español. Tras charlar un rato, le das las gracias y sigues paseando en el azul. De repente, el olor del pan recién hecho llega hasta ti y, aunque has desayunado hace relativamente poco, compras una pieza en uno de los hornos tradicionales que hay en la ciudad. Mientras das cuenta del pan recién hecho, comienzas a ver distintos puestos donde trabajan los artesanos: pintores, escultores o artesanos del hierro dan forma  a sus piezas.

Te das cuenta de que estás en un país árabe y crees que ha llegado el momento de experimentar el arte del regateo, pero no acabas de decidir dónde vas a dejar tus dírhams. Hay tiendas de todo tipo; de especias,de alfombras, de productos de metal, de productos de cuero… Al final consigues un bolso a mitad de precio gracias a tu habilidad para el regateo.

Mientras sigues caminando por las callejuelas azules de la medina en dirección al centro neurálgico de la ciudad, la plaza de Uta El – Hamman, observas escenas de la vida cotidiana: unos niños jugando a la pelota en una plaza, dos mujeres cogiendo agua en una fuente decorada con motivos árabes, un gato que se cruza en tu camino…

Como decíamos, la Plaza Uta El – Hamman es el lugar más importante de la ciudad, esta plaza se encuentra rodeada de cafés y restaurantes, y en ella se encuentran los dos monumentos principales de la ciudad: la Kasbah o alcazaba y la Gran Mezquita.

La Kasbah es una fortaleza del siglo XV de color rojizo (que contrasta con el mundo azul que acabamos de abandonar). Ha tenido que ser restaurada. Varios elementos del edificio merecen una visita, como sus jardines de estilo andalusí y la prisión que todavía se puede ver en una de sus torres. En el interior de la alcazaba está el museo etnográfico donde podrás ver objetos de la cultura popular y fotos antiguas de la ciudad.

La Gran mezquita fue mandada construir por Ali Ben Rachid, hijo del fundador de la ciudad, en el siglo XV. Los no musulmanes no pueden entrar en su interior. En el exterior destaca su torre octogonal, algo no muy común en la arquitectura musulmana.

Aprovechando que estamos en la Plaza Uta El – Hamman, decidimos comer en uno de los muchos restaurantes que hay en la plaza. Algunos te recomendarán el Casa Aladín, por las magníficas vistas que se tienen desde su terraza. Da igual, tú lo que quieres es probar la deliciosa gastronomía marroquí. Miras la carta: kafta, hummus, cuscús, tajín, pollo con almendras y dátiles, bastela, harira… tiene todo tan buena pinta que no sabes que pedir. Tras degustar tan exquisitos platos, pagas la cuenta y buscas una tetería donde probar el tradicional té con menta marroquí.

Por la tarde regresas a la medina y vuelves a bucear entre edificios y calles azules. Los artesanos continúan elaborando sus piezas y los niños siguen jugando a la pelota. Sigues caminando hasta que sales de la medina por la puerta de Bab El Onsar. De pronto, observas como varias mujeres lavan la ropa a mano en los lavaderos que se encuentran en las cascadas de Ras el Ma; el agua que utilizan para aclarar la ropa brota de las laderas de las montañas del Rif. Otra escena más de la vida cotidiana en Chefchaouen.

Empieza a caer el sol y buscas un lugar en que puedas contemplar el atardecer. Preguntas a las gentes del lugar y te recomiendan que subas hasta la pequeña colina donde se encuentra la mezquita española. Desde allí disfrutas de un bello atardecer del que son testigos la ciudad de Chefchaouen y las montañas del Rif.

Anochece en la ciudad. Todo está ahora en calma. Cenas, regresas al riad y te metes en la cama. Piensas en el día que has pasado en Chefchaouen; no has visitado ningún monumento espectacular, no has entrado en ningún museo que guarde ningún gran tesoro, no te has acercado a ningún lugar de la ciudad que salga en las guías de todo el mundo, pero te duermes con la satisfacción de haber deambulado por las calles azules de una de las medinas más bonitas del mundo y de haber conocido la vida sencilla de sus gentes.

 

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