El Camino de Santiago deja recuerdos imborrables en la mayoría de los peregrinos. Un amanecer, un momento de descanso antes de reiniciar la caminata, una cara que se convertirá en amiga para toda la vida… Incluso, el camino tiene varioslugares icónicos que son especiales por diferentes motivos. Hoy te hablamos de diez de ellos.
Roncesvalles
Roncesvalles es la primera gran etapa del Camino de Santiago y, para muchos, el comienzo de una extraordinaria aventura que no olvidarán. Y lo hacen a lo grande: atravesando el Puerto de Ibañeta o Paso de Roncesvalles envueltos por un paisaje pirenaico inolvidable. Una parada en el pueblo de Roncesvalles servirá para disfrutar de su interesante conjunto monumental en el que es protagonista la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles y el Silo de Carlomagno, que recuerda la derrota del ejército de Carlomagno en la Batalla de Roncesvalles.
El puente de Puente la Reina
Poco a poco el peregrino va acumulando kilómetros en sus piernas (además de experiencias que quedarán en el recuerdo). Una vez que ha dejado atrás una de las ciudades más importantes del camino, Pamplona, el caminante llega a un lugar icónico del Camino de Santiago, el puente sobre el río Arga de la localidad de Puente de la Reina. Mandado construir por Doña Mayor para facilitar el paso a los peregrinos, se trata de un puente del siglo XI que tiene más de 100 metros de largo. Tras cruzarlo, hay que recorrer las calles de esta bella población navarra y descubrir su amplio conjunto arquitectónico medieval.
Santo Domingo de la Calzada
La Rioja es la comunidad más pequeña de todas las que se atraviesan en el Camino de Santiago. Sin embargo, las tierras riojanas ofrecen al peregrino varios momentos especiales. Por ejemplo, el camino no se entendería sin la localidad riojana de Santo Domingo de la Calzada; y esta a su vez no se entendería sin la figura de Santo Domingo, quien levantaría las primeras construcciones en el pueblo con el objetivo de ayudar a los peregrinos. Su monumento más famoso es la catedral, donde se encuentra el sepulcro del santo.
Catedral de Burgos
Seguramente, la Catedral de Burgos sea, junto con la Catedral de Santiago de Compostela y la de León, los monumentos más importantes de cuantos encontramos en el camino francés. La semilla primigenia de la catedral actual sería un templo románico construido en el siglo XI que posteriormente sería sustituido por la actual catedral gótica. Del exterior destacan sus portadas, siendo la más famosa de todas la de Santa María, y las agujas. En el interior no hay que perderse sus capillas, especialmente la impresionante Capilla de los Condestables, el coro, el cimborrio, la escalera dorada, el claustro y el curioso papamoscas. En la Catedral de Burgos están enterrados El Cid y su esposa Doña Jimena.
Iglesia románica de Frómista
Aunque esta iglesia no tenga la monumentalidad de las catedrales que hemos enumerado antes, sin duda, estamos ante una de las construcciones más excepcionales del Camino de Santiago. Rodeada de los infinitos campos de cereales castellanos se encuentra la Iglesia de San Martín de Frómista, considerada como uno de los mejores ejemplos del románico de toda Europa. Fue construida en el siglo XI por orden de Doña Mayor, formando parte del Monasterio Benedictino de San Martín. En su interior, merecen especial atención sus capiteles. Tras años de abandono, tuvo que ser reconstruida a finales del siglo XIX.
Puente de Hospital de Órbigo
Aunque no tenga la fama de otras construcciones del camino, atravesar este larguísimo puente a primera hora de la mañana, cuando el sol nos saluda con los primeros rayos, puede convertirse en uno de los momentos más mágicos del peregrinaje a Compostela. Además de por su importancia arquitectónica, el Puente del Paso Honroso de Hospital de Órbigo es famoso por la historia de un caballero medieval, Suero de Quiñones, quien a lo largo de un mes se enfrentó en duelo a aquellos caballeros que osaron cruzar este interminable puente.
Puerta del Perdón en Villafranca del Bierzo
El pueblo de Villafranca del Bierzo y su Iglesia de Santiago Apóstol, tiene especial relevancia en el Camino de Santiago, en especial para aquellos que no pueden completar su peregrinaje. Y es que, en esta pequeña iglesia románica del siglo XII se encuentra la “Puerta del Perdón”. Aquel peregrino que la cruza obtiene las “Gracias jubilares”, es decir, el perdón de sus pecados si no puede llegar hasta Santiago de Compostela y cumple ciertos requisitos. Además, esta población leonesa invita a recorrer su bonito casco antiguo y a descubrir sus monumentos principales como el Castillo de los Marqueses de Villafranca, la Iglesia de San Francisco o la Colegiata de Santa María de Cluni.
Monte do Gozo
Uno de los momentos más emocionantes del Camino de Santiago es la llegada al Monte do Gozo, situado a las puertas de Santiago de Compostela. El peregrino comienza a darse cuenta de que su periplo y todas las experiencias vividas durante el camino están a punto de terminar y en su corazón aparece de repente una extraña sensación de orgullo y de tristeza.
Catedral de Santiago de Compostela
La música de las gaitas resuenan en la Plaza del Obradoiro. El fin del viaje ha llegado. La majestuosa Catedral de Santiago de Compostela se alza ante el peregrino y le recuerda que lo ha conseguido. Exhausto, se desprende de su mochila y se sienta en medio de la plaza a recordar todos esos momentos inolvidables de su largo periplo que comenzó varias jornadas antes más allá de los Pirineos. Y se queda asombrado con la belleza una de las Catedrales más impresionantes de Europa. Las obras de la Catedral de Santiago comenzarían en el año 1070, alargándose hasta el 1211. Mezcla de estilos, su parte más famosa es el Pórtico de la Gloria, una de las cimas que el románico alcanzó en España. En el interior está el Camarín, donde se encuentra la figura del Apóstol Santiago, y el curioso Botafumeiro.
Finisterre
Algunos deciden alargar unos días más su travesía. La recompensa por ello es llegar hasta otro de los enclaves más icónicos del Camino de Santiago, Finisterre, un lugar repleto de mística en el que los romanos situaban el fin de la tierra conocida, creyendo que más allá solo había oscuridad. Sin embargo, para los peregrinos que se sientan a contemplar el atardecer desde el Faro de Finisterre este lugar simboliza la luz y el principio de una nueva vida tras el final de un viaje físico y espiritual inolvidable.